Acerca de

FUERZAS ARMADAS
Los civiles han recurrido a la intervención de las F.A. en varias oportunidades de nuestra historia, ante su incapacidad de gobernar la nación. Incluso les han ordenado “aniquilar la subversión” (AAA en tiempos de Isabel Perón y Lopez Rega), orden muy clara que no admite grises, aunque sí respeto a la ley, algo que las milicias no parecen haber pasado por alto. La guerra contra la subversión fue despiadada, y como toda guerra produjo situaciones inhumanas y despreciables. La guerra tiene sus reglas, cuando ambos bandos las respetan. Ni la subversión ni las Fuerzas Armandas lo hicieron. Los primeros asesinaron civiles, así como fuerzas de seguridad. Las fuerzas actuaron muchas veces fuera de la ley y de modo brutal e inhumano. Pero solo un bando fue juzgado y castigado, y el otro entronizado. Eso solo genera una olla de presión que tarde o temprano habrá de explotar.
La subversión armada actuó delictivamente, por más que persiguiera loables objetivos, y quienes la han estimulado han sido y son delincuentes. La justicia debe ser pareja para todos, o no es justicia. Se debe enjuiciar a todo aquel que actuó para la subversión con la misma vara que a las fuerzas que se excedieron en su responsabilidad.
Los jueces que no actúen equilibrada y objetivamente, apoyando delitos por el motivo que sea, no merecen el cargo que detentan, y deben ser juzgados y retirados de la sociedad al igual que sus defendidos. Esto aplica para ambos bandos. Y en especial a familiares de subversivos que siguen defendiendo y estimulando dicho accionar. Eso se llama apología del delito, y debe ser claramente penado. Toda esa gente envenena la sociedad en lugar de sanarla, y no pueden seguir en el mismo “cajón de manzanas”.
Lamentablemente, la historia humana fue escrita violentamente y no por civilizados acuerdos de pluma y papel. Eso hace imprescindible la existencia de fuerzas armadas competentes y bien equipadas. Ninguno de los integrantes actuales de las Fuerzas Armadas participó de aquellos lamentables sucesos de hace 50 años. La historia argentina, la Nación Argentina, la escribieron sus fuerzas armadas. Hombres y mujeres que arriesgaron o dieron sus vidas por nuestro futuro en libertad. Algunos de ellos en el pasado erraron el camino, de esa experiencia hay que aprender evitando que se repita, pero denostar permanentemente a nuestras Fuerzas Armadas por los errores de sus antepasados es un error que se podría pagar muy caro.
PROPONGO:
Reequipar y fortalecer a nuestras fuerzas armadas, que tan heroicamente han actuado, como cuando se los llamó a luchar por la recuperación de las ISLAS MALVINAS. Se dice que no existen hipótesis de conflicto, que son un gasto enorme e inútil. Bueno, si un país con la inexplotada riqueza de Argentina cree que no tiene hipótesis de conflictos, que si sigue sin explotar bien sus recursos que tanto necesita la creciente población mundial, nadie intentará atacarnos para quedarse con ellos, que si abandonamos la Patagonia, Chile no se acordará de ella, que podemos seguir así quemando nuestros días mientras el mundo se pone nervioso y nada pasará, bueno, estamos mirando otro canal y poniendo en riesgo el futuro de nuestra nación.
Ante el ataque externo del mundo de las drogas, que no es originario de estas tierras, nuestras Fuerzas Armadas deben actuar, si consideramos que no debemos custodiar las fronteras para que dejen de ingresar delincuentes, para que se termine con el contrabando hormiga de bienes, personas, drogas, productos falsos, dinero negro, bueno, queremos disolvernos como nación.
Y todo ello, sumado al servicio arriba mencionado, por el cual la disciplina militar permita reemplazar cárceles por cuarteles.
Recuperemos el orgullo de nuestras fuerzas armadas, el honor de ser descendientes de San Martín y otros próceres, ese fuego que enciende el pecho cuando debemos defender a nuestra población de cualquier mal que la ponga en riesgo. Por supuesto que nuestra situación lamentable de deudores eternos, de país rico-pobre, limita enormemente cualquier proceso de recuperación, pero quien no empieza nunca llega.